Hace algunas semanas os presentábamos la carrera Madrid Segovia de 100 km en 24 horas por el Camino de Santiago. Pero no nos bastaba quedarnos en la presentación, así que el pasado sábado nos pusimos la ropa de correr y nos lanzamos a los caminos… para ver hasta donde llegábamos. Esta es la historia de nuestra carrera.
Había entrenado bien en los últimos meses, pero hacía también muchos años que no estaba en la línea de salida de una carrera. Y, desde luego, nunca había afrontado un reto tan ambicioso físicamente hablando como éste, por lo que ya los nervios habían hecho acto de presencia desde hacía unos días. Sin embargo, los momentos previos a la salida se hacen eternos. Había madrugado muchísimo para llegar a la salida en Fuencarral, después de una noche con el sueño ligero y una tarde en la que hubo que preparar las mochilas para los puntos intermedios y cuidar la hidratación y la alimentación para llegar a la carrera con las máximas fuerzas posibles.
Me presenté en la salida de los 100 km Madrid-Segovia aproximadamente una hora y media antes del comienzo de la carrera y la zona ya bullía de actividad con los corredores que empezaban a prepararse y la parte logística de la carrera en pleno funcionamiento.
Había previstos dos puntos intermedios: uno en Colmenar Viejo y otro en Cercedilla y se nos permitía dejar una mochila que podríamos recoger en ellos para cambiar el equipo que llevábamos, disponer de más comida o bebida o, simplemente, para cambiarnos de ropa y calzado.
Hasta las nueve menos cuarto- hora en que nos dieron las instrucciones para la carrera- siguieron llegando los corredores en un ambiente que mezclaba la tensión previa al desafío con cierto aire festivo de los atletas haciéndose fotografías y reencontrándose con viejos conocidos.
Madrid – Colmenar Viejo (kilómetro 23)
A las 9:05 se puso en marcha el pelotón de los 100 km Madrid Segovia, con algo menos de 700 corredores; desde atletas de élite que realizaron tiempos fantásticos, hasta novatos que tan sólo aspiraban a terminar la carrera en las 24 horas de plazo, como era nuestro caso. El sol empezaba a pegar fuerte y el pelotón -que cerraba el llamado peregrino escoba ataviado con un curioso sombrero (de peregrino, lógicamente)- se iba estirando dependiendo de la marcha de cada uno.
La primera parte del camino, saliendo de Madrid por calles y pequeños caminos de tierra llanos, nos animó a trotar un poco para quitarnos los nervios. Era bastante habitual ver a corredores que alternaban correr con caminar, muchas veces dependiendo de si el terreno tiraba para arriba o para abajo. Poco a poco íbamos tomando referencias de otros participantes y buscábamos a alguno que se ajustara a nuestro ritmo o al que nosotros pudiéramos engancharnos para ir más acompañados. De todos modos, en estos primeros kilómetros de prueba y con tantos competidores a nuestro alrededor, era muy fácil pasar de estar con uno a otro según el ritmo que llevaras.
La ruta de los 100 km Madrid Segovia iba ascendiendo poco a poco, atravesando Madrid hacia el norte. Primero por Tres Cantos, más tarde en Colmenar Viejo, donde teníamos nuestra primera parada en el kilómetro 23. Me había sentido bien trotando por unos caminos algo áridos, pero cómodos, ganando mucho tiempo a lo que tenía previsto. Recogí la mochila, comí, bebí, me cambié de calcetines y proseguí mi camino en dirección a Manzanares el Real, cada vez caminando más y trotando menos. El sol cada vez pegaba más fuerte y empezabas a medir mucho más las fuerzas.
Colmenar Viejo – Cercedilla (kilometro 62)
Por el camino, de vez en cuando, te encontrabas con otros paseantes o ciclistas que te saludaban y te daban ánimos. Y, cada 8 ó 9 kilómetros, llegabas a un avituallamiento de la organización donde siempre se te recibía con una sonrisa y unos aplausos y te permitía sentarte unos minutos a beber un poco de agua, comer algo de fruta y conversar con algún compañero corredor antes de salir corriendo para afrontar el próximo tramo. La gente de la organización siempre estaba allí para darte un poco de ánimo y cualquier otro corredor también estaba dispuesto a ayudarte si necesitabas algo.
Los senderos empezaban a no ser tan cómodos en algunas partes del recorrido y alguna zona de rocas había puesto ya una dura prueba a nuestros pies y tobillos. Ya cerca de Manzanares el Real– alrededor del kilómetro 40 de carrera- no era tan fácil encontrarte con tantos corredores como antes y casi todos los que coincidían contigo lo harían ya durante kilómetros. En este momento, empiezas a compartir kilómetros con perfectos desconocidos con los que entablas conversaciones muy especiales, que sirven para conocerse y, sobre todo, para darse ánimos. Ver a un corredor que va contigo o, aunque sólo sea unos metros por delante, siempre te anima a seguir.
A medida que vamos ganando kilómetros, la ruta de los 100 km Madrid Segovia se va internando en la Sierra de Guadarrama. En Mataelpino, casi a mitad de carrera, la empinada subida hasta la plaza principal del pueblo se hace muy dura para todos los que llevan casi 50 kilómetros en sus piernas. Pero una vez allí, la fruta y el agua nos reponen para seguir ascensiendo. Allí se me unió también un amigo que quiso compartir algunos kilómetros conmigo y emprendimos la subida a la zona del Hospital de la Barranca, cerca de Navacerrada, donde el camino se convertía ya casi en una senda de cabras por la que transitábamos cruzándonos a menudo con vacas que nos miraban perezosamente. La última parte de este tramo, una subida constante, empezó a hacerse demasiado dura más aún cuando empezábamos a quedarnos aislados de otros participantes, que cada vez nos sacaban más distancia o quedaban más lejos de nosotros.
A partir de ahí, todo se torció. El cansancio ya se notaba y las rozaduras hicieron acto de presencia. Era lo que más temía, lo único que podría echarme de la carrera.
En Cercedilla, en el kilómetro 62, estaba ubicado el segundo punto intermedio de la carrera y era allí donde teníamos que tomar la decisión de seguir o no. El tramo fácil de descenso hasta el pueblo se nos atragantó. Tanto mi amigo como yo empezamos a notar dolores fuertes en el gemelo y, lo que es peor, las rozaduras de los muslos empezaban a ser insoportables. Tardamos muchísimo más de lo que esperábamos. Llegamos al anochecer, con las linternas frontales en la cabeza alumbrándonos ya el camino.
La retirada
Mi amigo no pudo seguir y yo me dirigí al avituallamiento del polideportivo a pensar si debía continuar. Devoré la paella que nos esperaba a todos los corredores, me cambié de ropa para ponerme la de abrigo con la intención de seguir y atravesar el Puerto de la Fuenfría; pero, al levantarme del suelo, mis piernas dolían demasiado para dar incluso los dos o tres pasos, por lo que decidí retirarme. Las rozaduras de los muslos anticipaban horas de dolor en un recorrido en el que ya no había vuelta atrás.
Mientras, contemplaba con envidia y admiración a los que se abrigaban y salían del polideportivo para afrontar la última parte de los 100 km Madrid Segovia, precisamente la única que yo había podido entrenar antes de la carrera.
En el viaje de vuelta, en el autobús, podía imaginarme el reguero de linternas blancas de los participantes ascendiendo lentamente el puerto y esos últimos kilómetros llanos, con Segovia ya en el horizonte que se hacen tan largos y eternos hasta que entras en la ciudad, con el Acueducto a menos de dos kilómetros.
Envidia que crece, aún más, al leer en el foro de la carrera los mensajes de euforia de algunos de los más de 420 corredores que la completaron. El primero de ellos, en un tiempo increible de poco más de 9 horas.
Han pasado ya un par de días en los que he podido recuperarme del cansancio y los problemas físicos, pero en los que sigo dándole vueltas a las experiencias y sensaciones vividas en la carrera. Desde los nervios de la salida a la concentración durante todo el recorrido, pasando por la ilusión de los primeros kilómetros, la gente que se paraba a darnos ánimos por el camino o la bienvenida de todos los voluntarios al llegar a cada avituallamiento. Las conversaciones de la ruta que se quedaron en el camino y las personas con las que hice algunos kilómetros. Todo lo bueno vuelve a la cabeza. También lo malo: el error de principiante -como yo era en este tipo de rutas- que me costó las rozaduras que me impidieron seguir en la carrera.
Pero, sobre todo, las ganas de volver a intentar el reto y emprender de nuevo este desafío personal. La sensación física y psicológica que deja la competición es extraordinaria y la única decepción es tener que esperar un año para repetir la experiencia.
Soy uno de los que acabó, y por los datos que das estuvimos próximos en más de un momento jejeje … y para mi tiene tanto mérito quien llega al final como el que sabe retirarse. Quizás incluso más estos, porque todos vamos con muchas ganas, y ser cabezota es más fácil en ciertos momento que pensar y saber para cuando se debe.
Enhorabuena por tomar la decisión correcta. La prueba siempre estará ahí el año que viene para que la superes, pero nosotros tenemos que cuidarnos para conseguirlo.
Ánimo, compañero !!!!!!!!!!