Hiroshima es una visita marcada por la memoria de la bomba atómica. La primera bomba atómica de las dos únicas que se han lanzado en la historia. Un auténtico desastre para la Humanidad, que en 1945 destrozó la mayor parte de la ciudad y acabó con la vida de muchísimos de sus habitantes. Algo que hemos conocido como hecho histórico, pero que es imposible de entender en su dimensión humana antes de pasear por la ciudad.
Hiroshima es una ciudad moderna, muy a su pesar. La bomba atómica destrozó todo el centro histórico de la ciudad e, incluso edificios que pretenden parecer históricos, como el Castillo no son más que una reconstrucción de lo que fueron en su época.
Las calles modernas de hoy, tan amplias como aburridas, no parecen decirnos nada de la historia de Hiroshima. De la estructura urbana moderna, lo único que parece algo llamativo son los tranvías que recorren las principales calles de la ciudad. Sin embargo, junto a la orilla de una de las lenguas de agua del delta del río Ota en el que se asienta la ciudad, nos encontramos con la cúpula (el Dome) en ruinas, el gran símbolo de la ciudad, que nos sirve de introducción al parque que sirve como recuerdo vivo a la tragedia de la ciudad.
El Parque de la Paz de Hiroshima
El Dome era el edificio de la Exposición Comercial de la Prefectura de Hiroshima, uno de los más llamativos de la ciudad en los años 40 y está situado a poco más de 150 metros del lugar sobre el que estalló la bomba atómica. En las fotografías inmediatamente posteriores a la explosión, se puede ver como es la unica estructura que se conserva en pie, alrededor de unos solares totalmente arrasados.
Todo su interior quedó arrasado por la explosión de la bomba atómica, así como el revestimiendo de su cúpula, pero la mayor parte de su fachada de ladrillo recubierta con cemento consiguió resistir en pie, si bien tremendamente dañada y quemada. A la hora de la reconstrucción, se decidió conservarlo como testimonio de la destrucción de Hiroshima y, si bien su estructura ha tenido que ser reforzada en algunas ocasiones para impedir que se viniera abajo, se conserva tal y como quedó en aquel 6 de agosto de 1945.
Al otro lado de la lengua de agua del delta del río Ota nos encontramos con el recuerdo más aséptico de la bomba atómica de Hiroshima, el Parque Memorial de la Paz, unos agradables jardines donde se concentran la mayor parte de monumentos memoriales y el Museo Memorial de la Paz -una forma más políticamente correcta de denominar a lo que debería ser denominado Museo de la Bomba Atómica de Hiroshima-.
En el jardín destacan, sobre todo, la Llama y la Campana de la Paz y un arco, situados en una línea recta entre el Dome y el Museo. Allí se celebran cada año los actos de recuerdo a las víctimas de la bomba atómica de Hiroshima. Alrededor del parque hay también numerosos monumentos de recuerdo más pequeños dedicados a grupos más concretos o donados por otras instituciones. Por ellos desfilan día tras día miles de colegiales de excursión o grupos organizados de visitantes que lo convierten en algo parecido a un lugar de peregrinación.
El Museo de la Paz de Hiroshima
El Dome es la construcción más llamativa de la zona, pero -sin duda- el Museo es la más emotiva e impresionante, no tanto por el valor de su colección, sino sobre todo por la narración que hace de la historia de la bomba atómica de Hiroshima, los motivos por los que se decidió lanzar la bomba y las consecuencias sobre la población.
Después de visitar Hiroshima, uno vuelve impactado por darse cuenta realmente de las consecuencias de una bomba nuclear. Cuando se lee en los libros de historia o se estudia en el colegio el lanzamiento de las bombas de Hiroshima y Nagasaki- ya en lo que fueron los últimos días de la II Guerra Mundial- leemos la información con la frialdad que nos da la distancia y el tiempo que ha pasado; pero no es hasta que no estamos en el lugar, que podemos ubicar la destrucción y ver sobre el terreno aquellos lugares que hemos visto devastados en fotografías, cuando nos damos cuenta de la dimensión humana del desastre. Imaginarse la destrucción completa del centro de una ciudad y la cantidad de personas y familias que la explosión de la bomba atómica de Hiroshima se llevó por delante.
No es fácil hablar de historia, política o relaciones internacionales, por lo que voy a intentar limitarme al máximo posible a la historia según como nos la narra el Museo. Habrá quién esté de acuerdo y habrá quién no lo esté, pero intentaré reflejar lo más fielmente posible lo que pude encontrarme en el lugar.
La historia que llevó a la bomba atómica de Hiroshima
A principios del siglo XX, Japón se vio involucrado en varios conflictos bélicos con naciones de su entorno debido, principalmente, a su política expansionista. Entre 1900 y el comienzo de la II Guerra Mundial, Japón se había visto involucrado en guerras con Rusia y China y en los años 30 estableció el gobierno títere de Manchukuo- un país independiente en lo que hoy es la región china de Manchuria- célebre por su violencia y el asesinato sistemático de ciudadanos chinos.
En plena II Guerra Mundial, Japón ataca la base norteamericana de Pearl Harbour, en Hawaii, provocando la entrada de los Estados Unidos en la contienda y el comienzo de la Guerra del Pacífico, un conflicto al que hay que incluir dentro de la gran contienda bélica mundial, pero que tiene unas características muy diferentes al que se estaba desarrollando en Europa.
En la primavera de 1945, Alemania se rinde y concluye la guerra en Europa. Sin embargo, en el Pacífico se sigue luchando. Japón aparece cada vez más debilitado, pero se niega a capitular. En la conferencia de Yalta, Roosvelt y Stalin -máximos dirigentes de Estados Unidos y la Unión Soviética- acuerdan la entrada de ésta última en la guerra contra Japón, pero la intención estadounidense era que la contienda concluyera antes de que los soviéticos pudieran participar en ella.
En esta situación, con Japón reiteradamente atacada y en una situación bélica muy negativa, aparece en escena la hipótesis, cada día más probable, de utilizar la recién desarrollada bomba atómica para forzar la rendición de Japón. El 6 de agosto de 1946, la primera bomba atómica de la historia explotó sobre la ciudad de Hiroshima. Dos días después, cayó una segunda sobre la ciudad de Nagasaki -en la isla de Kyusu, al sur del país-. Sin solución de continuidad, Japón anunció su rendición incondicional.
¿Por qué se decidió lanzar la bomba atómica de Hiroshima?
La bomba atómica tiene su origen en el descubrimiento científico realizado en Alemania a principios del siglo XX en el que se descubrió que la fisión de los átomos de determinadas sustancias liberaba una enorme cantidad de energía. Los estudios posteriores mostraron que también podría ser utilizada para la fabricación de bombas de un enorme potencial destructivo.
Como hemos apuntado antes, Japón se resistía a rendirse en la Guerra del Pacífico, pese a su pésima situación bélica. Se rechazaron los ultimatos de los aliados llamando a la rendición y se continuó la lucha varios meses después de la derrota de Alemania y el final de la Guerra en Europa. Acabada la guerra en el continente, la Unión Soviética tenía como objetivo entrar en la guerra contra Japón y extender su influencia al archipiélago.
Estados Unidos, sin embargo, no quería que esto sucediera. Temía la posibilidad de que la Unión Soviética condicionara la nueva situación política en el país después de la guerra y, además, necesitaba una demostración de poder para afrontar la nueva situación tras la contienda, con la existencia de dos superpotencias.
El gobierno estadounidense empieza a plantearse la posibilidad de utilizar la bomba atómica y conseguir así tres objetivos:
– El primero, el más claro. Forzar el final de la guerra y la rendición de Japón.
– El segundo, impedir que la Unión Soviética pudiera tener tiempo de entrar en la guerra, asegurarse la influencia posterior sobre Japón y, de paso, mostrar una superioridad militar sobre la Unión Soviética en el nuevo equilibrio de poder.
– El tercero, interno. Justificar con el final de la Guerra el enorme coste del proyecto de creación de la bomba, que había sido bastante criticado en el país.
El proceso se puso en marcha varios meses antes del lanzamiento de la bomba. El ejército estadounidense elaboró una lista de ciudades que podrían ser objetivo de las bombas, que acabó reduciendo a cuatro -Hiroshima y Nagasaki entre ellas-. La decisión de que la primera bomba fuera lanzada sobre Hiroshima se tomó por su importancia militar y por ser una de las pocas ciudades donde no había campos de prisioneros de guerra. Varios científicos que habian trabajado en el desarrollo de la bomba pidieron insistentemente que se diera un aviso previo al lanzamiento para reducir la pérdida de vidas, pero las autoridades se negaron a ello.
Japón se negó a rendirse, el proceso continuó y durante la noche del 5 al 6 de agosto, el bombardero Enola Gay sobrevoló parte del Océano Pacífico hasta llegar a Hiroshima y, con el cielo despejado, lanzar la primera bomba atómica de la historia.
El lugar sobre el que explotó la bomba atómica de Hiroshima
Los que vamos a Hiroshima sin saber mucho de todo lo que pasó allí en aquella mañana de agosto, solemos buscar sobre el plano algo que nos indique en qué lugar exacto cayó la bomba. Error. Lo primero que aprendimos fue que la bomba atómica de Hiroshima nunca llegó al suelo. Estalló a 650 metros de altura sobre la ciudad. En el punto exacto de Hiroshima que corresponde a la vertical del lugar donde estalló la bomba atómica, el hipogeo, podemos encontrar un pequeño monolito con una placa conmemorativa.
Llama mucho la atención lo discreto que es y, si no lo buscamos con un poco de atención, es posible que no lo encontremos. Está situado en una calle secundaria, fuera de la isla donde se encuentra el parque conmemorativo y a muy pocos metros del comienzo de la calle peatonal y comercial de Hondori.
La fuerza de la explosión creó un enorme hongo que cubrió todo el centro de Hiroshima y alcanzó más de 6 kilómetros de altura. La potencia de la explosión y el calor generado arrasaron prácticamente todos los edificios ubicados en un radio de más de un kilómetro del punto de la explosión. El calor -que alcanzó los 360.000 grados centígrados en la zona más cercana al núcleo de la explosión- destrozó a las personas ubicadas en la zona más cercana al hipogeo y provocó gravísimas quemaduras a los que se encontraban en varios kilómetros a la redonda. Los edificios de la ciudad comenzaron a arder y se inició un incendio que arrasó durante horas el centro de la ciudad.
La mejor manera de ilustrar la dimensión de la explosión es ver las maquetas del centro de la ciudad de antes y después de la misma que se exponen el museo. La comparación es, simplemente, sobrecogedora.
Las consecuencias de la bomba atómica en la población
La explosión de la bomba arrasó todo lo que había en un radio de 1,6 kilómetros alrededor del punto sobre el que estalló la bomba y destruyó una gran parte del resto de la ciudad. Se calcula que entre 70.000 y 80.000 personas -el 30% de la población de Hiroshima- murieron en el acto y se calcula que, cinco años después, el número de muertos provocados directamente por las explosiones o indirectamente por la radiactividad alcanzó los 200.000.
No obstante- y por muy duro que pueda parecer el hecho de que alguien dé la orden de utilizar un arma de tal capacidad de destrucción sobre una ciudad- lo más impactante llega en las salas posteriores del Museo, aquellas que reflejan los daños personales y el sufrimiento de la población.
Las encabeza una horrible representación de los efectos del calor en los habitantes de la ciudad, con enormes quemaduras y extremidades prácticamente derretidas. Pero, tras esa imagen desagradable, llegan los pequeños detalles en forma de historias humanas. Casi todas ellas, personalizadas en jóvenes estudiantes movilizados para tareas laborales y administrativas -hay que recordar que Japón estaba en guerra y los estudiantes ocupaban los puestos que habían tenido que abandonar los soldados para asegurar el mantenimiento de la vida de la ciudad-.
Muchas de estas historias nos hablan de jóvenes que salieron heridos en la explosión, pero pudieron abandonar la zona central para volver a los pueblos vecinos con sus familias, donde agonizaron y murieron. Allí podemos ver ropas, uniformes escolares quemados y algunos otros objetos personales. En otros muchos casos, aparecieron cuerpos que nunca fueron reclamados. Familias enteras murieron en la explosión y otras muchas personas no pudieron ser identificadas.
Otras muchas personas han sufrido daños o enfermedades de por vida a consecuencia de la bomba y aún hoy se sigue atendiendo a víctimas de la bomba.
La reconstrucción de Hiroshima y la esperanza de la paz
Hiroshima tuvo que renacer pronto de sus cenizas. En algunas zonas de la ciudad se consiguió restablecer la luz eléctrica en pocas horas y se dice, incluso, que en las zonas menos dañadas -dada la geografia de la ciudad, un monte cercano atenuó los efectos de la bomba en algunas zonas algo más alejadas del centro- algunos tranvías pudieron volver a circular tres días después de la explosión.
El centro de la ciudad se reconstruyó de nuevo con un planteamiento urbanístico moderno. Hoy, Hiroshima es una ciudad moderna, con grandes avenidas y donde la vida ha progresado desde el final de la guerra a la par que el resto de Japón.
Sin embargo, desde el punto de vista institucional, Hiroshima se ha convertido en uno de los referentes de la lucha contra las armas nucleares en el mundo. Sus sucesivos alcaldes han sido activos en las acciones de protesta ante cualquier acción relacionada con la proliferación de armas nucleares en el Mundo y, a día de hoy, siguen enviando cartas a gobiernos, autoridades y embajadores de los países que las llevan a cabo.
¿Y qué puede pensar un turista en Hiroshima?
Hiroshima es un lugar que responde a lo que hace algunos meses definíamos en nuestro blog como “turismo de catástrofes”. Su relevancia como punto de interés histórico hace que sea una parada obligada durante el viaje a Japón para muchos viajeros, que -como yo- salen sobrecogidos de la ciudad.
El hecho de saber que, en aquel lugar, uno o varios seres humanos decidieron -con el apoyo de otros muchos de diferente procedencia y condición- acabar con la vida de decenas de miles de personas y arrasar una ciudad prácticamente por completo, es algo difícil de concebir.
Uno se siente mal, de repente, cuando se encuentra con un anciano en un tranvía y piensa si puede que fuera un superviviente de la bomba o que hubiera perdido a algún familiar en la catástrofe. Y entonces, si así fuera, no te imaginas qué puede estar pensando de alguien que viene de fuera con una cámara de fotos en la mano para fotografiar los restos de un desastre.
Y uno se siente también raro cuando piensa hasta qué punto pueden considerarle parte de aquellos que lanzaron la bomba. Seas o no seas estadounidense o, simplemente, un ciudadano occidental. No se puede dejar de tragar saliva al saber que, quizá, la persona que tengas enfente pueda pensar en algún momento que tú, los tuyos o aquellos a los que apoyaron los tuyos, fueron los mismos que destruyeron su ciudad.
Pero, así como nos asaltan estas dudas, también hay otros sentimientos de esperanza que lo hacen. El más fuerte de ellos, el que más percibimos en la ciudad, es el hecho de sentir que el desastre provocado por la bomba nuclear fue de tales dimensiones que el deseo de que no se vuelva a repetir en ningún lugar del mundo es infinitamente más poderoso que cualquier sentimiento negativo.
Y, con esas reflexiones, nos llevamos en la mochila el imborrable recuerdo de la Hiroshima histórica y dedicamos un tiempo a explorar esta ciudad y sus alrededores.
Continúa el viaje a Japón – Hiroshima y Miyajima: De islas con cervatillos, samurais y okonomiyakis.
Debemos aprender de la historia, para crear un futuro mejor . Y como dice «los viajes de arbarciela» es algo que impresiona, hasta donde puede llegar el hombre por hacer daño.
Como dice Vanessa, es algo sobrecogedor.
Con este artículo me ha quedado claro que es una parada obligatoria al visitar Japón. La verdad es que es ser humano es capaz de lo mejor y de lo peor…
Un saludo
La verdad que el museo impresiona, sobre todo cuando pasas por el pasillo donde ves todo quemado y derretido y luego ya cuando ves las sombras en el suelo de piedra de la gente, y todo lo que encontraron y que las familias han donado…. También me impresionó bastante la historia de Sadako, tenía 2 añitos cuando cayó la bomba atómica, y a los 11 fue diagnosticada de leucemia, su amiga le recordó una vieja tradición sobre alguien que realizó mil grullas en forma de figuras de papel (origami) y gracias a ello los dioses le concedieron un deseo, el deseo de Sadako era correr como antes, puesto que estaba postrada en una cama de hospital. Su amiga le regalo la primera grulla y ella siguió haciendo grullas, sólo pudo hacer 644 ya que murió antes de completarlas todas, por lo que sus compañeros de clase llegaron hasta las 1000. Tiene un monumento cubierto de grullas de papel llegadas de todo el mundo.
Es una historia muy triste pero muy emotiva.
Sobrecogedor artículo de necesaria lectura.