Miyajima es una isla japonesa situada frente a la costa de Hiroshima, famosa por su naturaleza, sus templos y sus cervatillos que pasean libremente por toda la isla. Es una visita obligada si pasamos por Hiroshima y, en nuestro caso, fue uno de los lugares que recordamos con más cariño de nuestro viaje.
Para ir a Miyajima en barco tenemos dos opciones. Los viajeros, normalmente, eligen una u otra dependiendo de si disponen del Japan Rail Pass o no. Para quien no lo tiene, lo más fácil es coger el tranvía hasta el puerto de la ciudad y allí coger el barco que recorre parte de la bahía hasta llegar a la isla. La travesía marítima dura algunos minutos más, pero a cambio se pueden ver buenas vistas de la parte de Hiroshima más cercana al mar.
Por su parte, quienes tienen el Japan Rail Pass suelen acudir a la solución que les resulta gratuita: desde la estación de Hiroshima o la de Nishihiroshima del ferrocarril de cercanías se toma el tren local hasta la estación de Hiroden Miyajimaguchi y, a 100 metros de ella, el barco de la JR hasta la isla. La travesía dura aproximadamente 15 minutos.
Llegando a Miyajima nos llama mucho la atención el paisaje de la bahía de Hiroshima, con un trazado caprichoso, de numerosos recovecos y dominada por colinas de muy densa vegetación que dan al paisaje un color verde característico que, según nos vamos acercando a la isla, pierde su protagonismo para cedérselo al naranja intenso de la enorme puerta Otorii que nos da la bienvenida a la isla.
La Otorii impresiona a los que viajan en barco por su gran tamaño y por no estar en tierra, sino aislada en medio del mar, a pocos metros de la costa. La verdad, no obstante, es que no siempre la puerta está sumergida. Si tenemos la suerte de estar en la isla en un momento de marea baja, podremos saltar a una lengua de terreno que se extiende frente al templo de Itsukushima y acercarnos a pie hasta la puerta Otorii, que en ese momento queda en tierra firme, tocarla con nuestras propias manos e, incluso, colocar alguna moneda pequeña en los pequeños huecos que quedan en su estructura.
Los cervatillos de Miyajima
Aunque desde el barco hemos podido ya ver algunos detalles de la isla, la verdadera sorpresa nos llega a todos los visitantes nada más desembarcar, cuando al principio del paseo que nos lleva del muelle al templo de Itsukushima nos encontramos con los primeros cervatillos paseándose por la calle. A los que llegamos de nuevas, los cervatillos que están cerca del muelle nos conquistan y empleamos varios minutos en acariciarlos o jugar con ellos pensando, quizá, que son algo aislado, cuando hay decenas de ellos dando vueltas tranquilamente por el pueblo o por la zona cercana al templo dejando bonitas estampas. En el pasado, se consideraba a los ciervos como mensajeros de los dioses, por lo que eran considerados como animales casi sagrados.
Los que van al muelle, eso sí, son los más listos, los más habrientos o los más caraduras; como pude comprobar en mi caso, cuando me acerqué a acariciar la cabeza a un cervatillo que se me vino encima y, a los dos segundos, lo encontré metiendo la cabeza en el bolsillo de mi cazadora para pegarle un bocado a los papeles que llevaba encima. Son animales especialmente mansos y tranquilos, aunque están tan acostumbrados a los turistas que comparten con ellos las calles del pueblo. Hay carteles que piden que no se les dé comida, pero parece que a los cervatillos no les asusta ir a por ella –especialmente si se trata de alguno de los pasteles rellenos con forma de hoja de arce típicos de la isla- aunque tengan que acosar a su manera a algún turista despistado.
Miyajima: Naturaleza y religión
Miyajima tiene una pequeña parte poblada, aquella más cercana al mar, junto al templo de Itsukushima y otra, que ocupa casi toda la isla, boscosa y en pendiente a la que se puede acceder a través de un funicular. Desde el Monte Misen, el punto más alto de la isla, con algo más de 500 metros de altura, se tienen buenas vistas tanto de la parte baja de la isla como de toda la Bahía de Hiroshima, aunque también,a poco que subamos por la ladera, podremos contemplar vistas elevadas de la población.
Muchos turistas no llegan a tomar el funicular y se quedan en la parte baja de la isla… y tampoco hacen mal del todo. El funicular es caro y te deja a unos 30 minutos a pie de la cima del monte, por lo que tampoco aporta mucho más que otros miradores inferiores. Posiblemente, la vista aérea no compense el tiempo y la molestia de subir hasta la cima y resulte más cómodo y agradable quedarse en la parte baja de la isla. No obstante, si el tiempo y las fuerzas acompañan y gustan los paisajes naturales, es un buen lugar para un paseo largo por la naturaleza.
El Templo de Itsukushima es el punto clave de Miyajima. Situado frente a la puerta Otorii y construido sobre pilares y estructuras que, cuando la marea está alta, hacen que parezca que está edificado sobre el mar. No ocupa mucho espacio, pero es tremendamente llamativo por su color naranja intenso, su ubicación privilegiada y su estructura. Se puede visitar pagando la entrada o, simplemente, acudir a la alternativa de verlo desde el exterior y ahorrarnos la entrada, ya que es más llamativo por dentro que por fuera. Si la marea está baja, también, podremos acercarnos y verlo muy de cerca desde la parte que deja de ocupar el mar.
Miyajima es una isla con una fuerte connotación religiosa y, especialmente en las proximidades del templo, podemos encontrarnos con otros templos o pagodas más pequeños y menos relevantes. El resto del pueblo responde al prototipo de lugar turístico, lleno de tiendas de souvenirs donde comprar todo tipo de productos típicos de Japón. No obstante, sí que hay que decir que las tiendas respetan bastante bien la estampa típica de un pequeño pueblo típico japonés, por lo que no resultan tan agobiantes o artificiales como otras zonas turísticas como Asakusa en Tokio, por ejemplo.
Ostras y pasteles
Miyajima es, también, un lugar interesante para hacer algún descubrimiento gastronómico, con dos productos locales como estrella principal. Por una parte, las ostras; y, por otra, los pasteles rellenos.
Las ostras son la comida más típica de la isla. Se pueden comer en raciones grandes en algunos de los escasos restaurantes de la zona del muelle o, de forma bastante más habitual, como algo para picar en algunos puestos del pueblo que las sirven a la plancha cocinadas en su propia concha. Aunque no vayamos a comerlas –tampoco son especialmente caras, por lo que el precio no es un problema-, es tremendamente curioso acercarse a alguno de los puestos donde las preparan y ver la rapidez y habilidad con que el cocinero de turno las abre, las coloca sobre la plancha y da la vuelta a su parte carnosa. Tiene aún más mérito si se va en los momentos en los que tiene cola, cuando lo hace con ocho o nueve ostras a la vez. Luego, tranquilamente, las sirve en una bandejita de cartón y te las comes por el pueblo.
Si las ostras son una comida típicamente local, los pasteles rellenos con forma de hoja de arce también lo son, aunque tienen más de producto típico para turistas que de manjar destacado. Se fabrican en algunas tiendas que se cuidan mucho de que todo el proceso y maquinaria pueda verse desde fuera y se venden allí mismo. Tienen el tamaño aproximado de una galleta –aunque son mucho más anchos que ésta-, son esponjosos y están rellenos por dentro. Lo más habitual es que sea de una pasta de soja, aunque también los encontré de chocolate. No me parecieron especialmente dulces ni deliciosos –Japón no me llamó la atención por sus postres, precisamente-, pero no dejaban de ser curiosos.
Por lo demás, Miyajima tiene un aire de pueblo típico… y turístico. Nunca faltarán los visitantes de todas partes del mundo paseando o comprando souvenirs en cualquiera de las muchas tiendas turísticas de la isla. Miyajima es uno de los mejores lugares de Japón para comprar souvenirs.
Por cierto, si queréis visitar Miyajima, os recomiendo esta pequeña guía en formato PDF que publica la JNTO, la Japan National Tourism Organization. Muy interesante para imprimirla en papel o para añadirla a vuestro ebook.
Comments are closed.