Dejamos el barrio de Asakusa para el atardecer y, hasta que llegué a él, pensaba que Tokio era un lugar donde el turista pasaba bastante desapercibido entre las riadas humanas que lo pueblan. Al final, resultó que no era para tanto y que -como todas las ciudades- Tokio también tiene su “rincón del guiri” con sus tiendas de souvenirs y su carácter turístico en las proximidades del Templo de Sensoji.
Que Asakusa es turística ya se va viendo en el metro, cuando en los andenes de paradas anteriores ya te va indicando las paradas que faltan y la dirección para el Templo de Sensoji, pero no acabamos de darnos cuenta de ello hasta que llegamos a la zona y nos encontramos de frente por la Nakamise, una calle peatonal, habitualmente abarrotada, que desde su comienzo hasta la entrada del Templo está jalonada de una hilera de casetas de venta de los típicos recuerdos japoneses. Desde luego, es el lugar más adecuado para quien quiera comprar souvenirs típicos variados, pero quizá le resta un poco de encanto al lugar.
El interés turístico de Asakusa está justificado, ya que el templo es el más bonito de los que vimos en Tokio. La Nakamise acaba frente a una puerta que le da acceso y, donde sin necesidad de ningún tipo de vallado, la vida comercial de los metros adyacentes desaparece completamente. El templo fue fundado en el siglo VII y, por supuesto, es merecedor de una visita. El acceso es gratuito.
No obstante, aunque Asakusa sea también un centro de interés turístico importante en Tokio, el día que la visitamos -a principios de noviembre- resultó ser también un lugar bastante frecuentado por los ciudadanos locales. Lo más normal del mundo es encontrarse con personas que van a rezar y a presentar la ofrenda habitual lanzando unas monedas a una caja en la entrada del templo o, si se va a primeras horas de la tarde, con grupos de estudiantes con los inconfundibles uniformes del colegio o del instituto.
Los uniformes de los escolares japoneses
Los escolares son incofundibles por el uniforme. Visto en tantos cómics y series de dibujos animados parecería que no llaman la atención, pero no dejan de hacerlo cuando se mueven en grupos por la calle. Con trajes que recuerdan a los trajes de marinero de la primera comunión u otros en un estilo más Harry Potter, que dejan paso –ya más mayorcitos- a los inconfundibles trajes oscuros con chaquetas sin solapas y botones dorados de los niños adolescentes, que chocan –y mucho- con las enormes zapatillas deportivas de color blanco que casi todos ellos suelen llevar (y que es la única cosa en la que se diferencian de sus compañeros de colegio).
Comprar artículos de hogar y cocina en Asakusa
Los que quieran callejear algo por Asakusa más podrán moverse un poco hacia el oeste, hacia la calle Kappabashi Dogugai. Tanto allí como en las calles más estrechas perpendiculares se pueden encontrar numerosas tiendas de artículos de hogar y cocina que pueden servir muy bien como recuerdos. Algunos de ellos disponen de bonitos juegos de té, palillos para comer, cuencos, platos y otras curiosidades relacionadas con la preparación o el modo de servir los platos típicos japoneses.
Incluso, para los que buscan curiosidades muy frikis, en esta calle pudimos encontrar dos tiendas donde se venden las reproducciones en plástico de las comidas que se exhiben en las vitrinas de buena parte de los restaurantes de la ciudad. Eso sí, a un precio más que disuasorio. Me encapriché de una jarra de cerveza fielmente representada, con su espuma y sus burbujas, pero al ver que costaba más de 40 euros al cambio, preferí dedicar mi dinero a otra cosa.
Asakusa marcó el final de nuestro primer periodo en Tokio. A partir de ahí, aprovechamos el Japan Rail Pass para movernos por el país. Nuestra primera parada: Kyoto.
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