El Aeropuerto de Madrid Barajas está celebrando unas jornadas de puertas abiertas en las que los reponsables del aeropuerto están mostrando al público algunas zonas a las que los pasajeros no tienen acceso. Es una bonita manera de conocer «las tripas» de uno de los mayores aeropuertos de Europa que nosotros no desaprovechamos y os contamos en este artículo.
Estas jornadas han sido convocadas por Aena, comenzaron el pasado día 26 de agosto y se prolongarán hasta el próximo 8 de septiembre. Las visitas están abiertas a cualquier persona interesada, a quienes se irá colocando en grupos temáticos dependiendo de sus intereses o perfil profesional. Para solicitar la visita, basta con contactar con los responsables de las mismas a través de las vías que nos dan en esta página del portal de Aena. En nuestro caso, bastó con rellenar una solicitud con unos sencillos datos y enviar una copia del carnet de identidad o pasaporte y recibimos una contestación muy rápida y amable por parte de los responsables del aeropuerto.
Nuestro grupo tuvo la posibilidad de visitar la Terminal 4 -hay otras visitas que se desarrollan en determinadas salas de la Terminal 2- y tuvo como atractivos principales las visitas al Centro de Gestión Aeroportuaria y al Sistema Automático de Equipajes.
Nuestra visita comenzó en la sala de prensa de la Terminal 4, donde nos introdujeron en las impresionantes cifras que maneja uno de los principales aeropuertos de Europa y nos dieron a conocer algunas curiosidades.
Allí nos mostraron un esquema de las cuatro pistas -paralelas de dos a dos- y nos explicaron que funcionan la mayor parte del tiempo (alrededor del 80%) en configuración norte, es decir, que los aviones despegan por el norte de las pistas y aterrizan por el sur. Esto se debe, principalmente, a que la zona norte de las pistas está menos poblada que la sur. Sin embargo, si los vientos son más fuertes de lo habitual, la configuración cambia y los aviones salen hacia el sur.
Barajas tiene capacidad para llevar a cabo 120 operaciones por hora (60 despegues y 60 aterrizajes), aunque en la actualidad se están realizando sólo 98. Los responsables del aeropuerto insisten en que, a diferencia de otros grandes aeródromos europeos, Barajas aún tiene capacidad operativa para seguir creciendo.
A día de hoy, el aeropuerto de Madrid-Barajas es el cuarto de Europa por número de pasajeros, superado sólo por Londres Heathrow, París Charles de Gaulle y Frankfurt. Sin embargo, en el contexto mundial Barajas ha ido cayendo en los últimos años hasta ocupar la duodécima posición mundial. El año pasado, pasaron por él 49,8 millones de pasajeros en 433.683 aeronaves. Parecen muchos, pero la crisis también ha afectado esta cifra, que está aún notablemente por debajo de los 52,14 millones del año 2007. No obstante, el aeropuerto no ha llegado al límite de su capacidad para 70 millones de pasajeros, por lo que aún hay margen para seguir creciendo.
Para seguir entendiendo la dimensión del aeropuerto y su importancia en la economía madrileña, podemos dar algunas cifras más. El aeropuerto de Barajas supone 45.300 empleos directos -una cifra que llegó a alcanzar los 54.000 en el año 2008-, lo que representa el 9% de todo el empleo de la Comunidad Autónoma de Madrid. Aporta el 13% del Producto Regional Bruto.
Barajas es también el mayor aparcamiento de toda España. Cuenta con 19.000 plazas de aparcamiento público, a las que si se le suman las de personal y handling, estamos hablando de 27.000 plazas en total.
Y, claro está, algunas curiosidades. Desde los puestos de bomberos que van rotando cada cierto tiempo para tener la misma carga de trabajo, hasta la halconera que hay entre las pistas, donde viven los halcones que sirven para alejar a las aves de las pistas y en la que viven 105 halcones -30 de ellos en entrenamiento y el resto en activo, o bien retirados después de varios años de servicio-.
Las salas de crisis y el Centro de Gestión Aeroportuaria
Nuestro recorrido por «las tripas» del aeropuerto comenzó por dos salas desde las que se controlan todos los detalles del aeropuerto: la sala de crisis y el Centro de Gestión Aeroportuaria.
La sala de crisis es en la que se reúnen los responsables del aeropuerto y los implicados en el caso de una situación de crisis que pueda producirse por cualquier motivo dentro del aeropuerto. En realidad es una sala de reuniones de gran tamaño, donde hay una mesa en forma de U encabezada por una enorme pantalla que ocupa gran parte de la pared frontal, en la que se pueden ver las imágenes de cualquiera de las más de 5.500 cámaras con las que cuenta el aeropuerto.
La sala de crisis, en realidad, no es una; sino tres. Ya que junto a la principal, que reune al Comité Directivo, hay otras dos idénticas y anexas reservadas para el Comité de Crisis y otras personalidades. Estas salas se utilizan cada vez que se produce una situación de emergencia por cualquier tipo en el aeropuerto, pero también sirven para realizar una reunión diaria en la que está presente el director o el ejecutivo de servicio y en las que se habla de cuestiones generales de lo sucedido en días anteriores o lo que está por venir.
Además, para asegurar que las cosas funcionarán como deben en el momento en que se produzca una emergencia, se realiza un simulacro general cada dos años en los que se controla el funcionamiento de todos los mecanismos, así como una cifra de entre 60 y 70 simulacros menores al año.
Por su parte, el Centro de Gestión Aeroportuaria es la «joya de la corona» de las instalaciones de control del aeropuerto y sirve para que todos los elementos responsables de su funcionamiento y operativa -desde la seguridad hasta el mantenimiento, pasando por las operaciones o los equipajes- estén localizados en una misma sala. Los responsables del aeropuerto se mostraron especialmente orgullosos de haber conseguido un espacio físico que puedan compartir todos estos servicios y subrayan que es una instalación en la que se están inspirando y vienen a visitar responsables de otros grandes aeropuertos de Europa.
El Centro de Gestión Aeroportuaria es una sala de unos 50 metros de longitud que llama la atención por la cantidad y enorme tamaño de las pantallas de vídeo que ocupan prácticamente todo el espacio de la pared. Más que de pantallas, hablamos de auténticos muros de vídeo que muestran imágenes de diversas cámaras o aplicaciones informáticas a gran tamaño, para que pueda verlas toda la sala.
Allí nos encontramos con una zona para la seguridad, donde están reunidos todos los cuerpos de seguridad que trabajan en el aeropuerto -Policía, Guardia Civil, seguridad privada y otros-, otra para las operaciones -donde se controla la llegada y la salida de las aeronaves y la puerta a la que llegan-, otro para los servicios aeroportuarios -desde el mantenimiento de una escalera mecánica hasta el número de carritos portamaletas, pasando por los túneles para la circulación de vehículos-, una zona más para informática y otra para equipajes.
Tanto la sala de crisis como el Centro de Gestión Aeroportuaria tienen réplicas en el edificio de las terminales antiguas que pueden entrar en funcionamiento en 10 minutos, en el caso de que los principales hayan quedado dañados.
El laberinto de los equipajes
Tras ver la «cabeza» del aeropuerto, nos quedaba movernos por sus «tripas». Así que, después de un paso obligado por el control de seguridad, llegamos a la zona de pasajeros de la terminal, donde nos fueron hablando un poco del edificio antes de adentrarnos en su parte más desconocida: el Sistema Automático de Equipajes.
Las cifras del sistema de equipajes son mareantes. Estamos hablando de 120 kilómetros de cintas de equipaje en todo el aeropuerto, con capacidad para procesar 16.500 maletas por hora. La velocidad a la que se mueven -en el trayecto entre el edificio satélite y el principal de la T4- es de 10 metros por segundo (36 kilómetros por hora), que se está aumentando progresivamente a 12 (43,2 km/h) y se pretende ampliar a 14 (50,4 km/h) para reducir al máximo posible el tiempo que los equipajes tardan entre ambos edificios. En total, la maquinaria requiere de la fuerza de 15.000 motores.
Ver el sistema de cerca es tremendamente llamativo. Nos movemos entre pasillos de cintas en constante movimiento, sobre las que, cada poco tiempo, vemos pasar una serie de bandejas de plástico amarillo que cargan una maleta y la van moviendo rápidamente.
Cuando una maleta entra en el sistema, lo primero que hace es pasar por el escáner de seguridad. Una vez que pasa el control, cada una de las bandejas lleva un chip del que se toma la información de la elegida, luego se lee la etiqueta del equipaje que va sobre ella e, instantáneamente, ambas quedan unidas en el sistema de información. Esto permite actualizar cada veinte segundos en qué lugar exacto del recorrido está cada maleta. El sistema, incluso, está preparado para poder decidir por sí mismo la ruta más rápida hacia el destino final.
Realmente, la velocidad del sistema impresiona. Las bandejas con las maletas pasan por las cintas casi sin darte tiempo a fijarte en los detalles del equipaje que llevan encima.
En el aeropuerto señalan con cierto orgullo que este sistema está consiguiendo que el número de maletas que no llegan a tiempo de embarcar en el vuelo sea sólo de 10 por cada 1.000, lo que está bastante por debajo de la media europea de 24 maletas por cada 1.000.
Y, luego, pudimos entrar en el terreno de las curiosidades. Desde la carrera de la milla nocturna por la zona de equipajes y la fiesta posterior que, en años anteriores, organizaban los trabajadores en Navidades, hasta las medidas y procedimientos que se llevan a cabo para evitar robos -nos comentaban que se había intentado robar desde ruedas de avión hasta un ejemplar del Corán que se encontraba en el oratorio-, pasando por casos insólitos.
Por ejemplo, nos comentaron cómo una empleada de facturación saltó a poner una pegatina de última hora a la cinta, cayó a la misma e hizo la primera parte del recorrido paralizada por el miedo, hasta que alguien detuvo el sistema; o que habían detectado a dos empleados subidos a las bandejas amarillas haciendo el recorrido como si de una maleta se tratase; pasando por el hecho de que una vez el escáner había detectado un cadáver en una maleta, que resultó ser de una persona ya fallecida a la que se llevaban a enterrar a otra ciudad por un método fuera de lo habitual.
En definitiva, una visita de alrededor de dos horas de duración que recomiendo a todos los interesados en la materia o a cualquier persona que tenga algo de curiosidad sobre cómo funciona un aeropuerto. Además, el responsable de la visita es extraordinariamente amable y abierto a responder a todo tipo de preguntas y a contar anécdotas de todo tipo.
Realmente, una experiencia muy agradable.
Buen resumen de la visita :). Algún día escribiré yo mi post sobre la misma. Sólo una corrección de un dato: Barajas genera el 9% del empleo de la CAM sumando los puestos directos e indirectos. Los 45k que actualmente trabajan son sólo los directos.
Saludos!
Luis