Cuando ya nos habíamos mentalizado de que el único desorden que se permitía la vida comercial de Tokio eran los vendedores vocingleros, llegamos al barrio de Ueno y volvimos a sorprendernos con calles que parecían más un mercadillo que un ejemplo de vida comercial moderna.
Una parte del barrio de Ueno alberga, por llamarlo de alguna manera, unas calles estrechas y peatonales que tienen más de bazar oriental o de zoco magrebí que de comercio occidental. Más limpio y aséptico- como todo en Japón-, pero zoco al fin y al cabo.
Esta zona, que se extiende por unos cuantos callejones entre la estación de la JR de Ueno y la del TOEI en Shin-Okachimachi, abre todos sus tiendas y escaparates a la calle exhibiendo sus principales atractivos a la vista -y al alcance de la mano- del paseante, principalmente ropa o artículos deportivos (choca un poco ver una venta de palos de golf en mitad de la calle, pero no deja de ser un deporte muy popular en Japón).
Mucho más tranquilo, con vendedores muy lejos de ser los pesados de mercados callejeros de otros países, pero con artículos de escasa calidad y precio relativamente bajo -para ser Tokio-. ¿Quién pensaba que en Tokio no podía haber falsificaciones? En algunos puestos de este barrio aparecen réplicas no originales de camisetas de fútbol o zapatillas de marca.
Museos y parques en Ueno
Como otras importantes zonas de Tokio, Ueno cuenta también con sus zonas verdes. En este caso, bastante importantes en la ciudad, ya que en ella se encuentran numerosos museos, cuya nómina está encabezada por el Museo Nacional de Tokio e incluye también otros como el Museo Nacional de Ciencias, el Museo de Arte Occidental, el Museo Real y el Jardín Zoológico. Si estuviéramos en otra ciudad, alguno de ellos sería visita obligada. Sin embargo, en Tokio el tiempo no sobra y tenemos que prescindir de ellos.
Una vez acabado el viaje y hecha recopilación de lo que vimos y lo que se nos quedó por ver, los seis días que pudimos dar vueltas por la ciudad se nos hicieron escasos. Las distancias entre puntos de interés contribuyen a ello, pero es que también hay tantas curiosidades y rincones para ver en la ciudad que, para ese tiempo, siempre hay que dejar algo en el tintero.
En nuestro caso, en el parque de Ueno no pasamos del estanque y la laguna de su comienzo -repletas de lotos-, con la islita que contiene un pequeño templo. Eso sí, en la zona de este estanque ha sido el único lugar de Tokio donde realmente hemos visto algo de ambiente marginal.
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