Airbnb: Innovación vs riesgo

En cinco días estaré en Canadá para una estancia larga. Muchas cosas que preparar, entre ellas el alojamiento. Necesito un aterrizaje suave en Vancouver, una habitación por un par de semanas y me decidí a probar con Airbnb, de la que tenía numerosas noticias por su éxito en Estados Unidos. La casualidad quiso que el día que me decidí a probar el producto, la empresa presentara oficialmente su oficina en España. Desde ese momento, he leído muchas cosas buenas y malas sobre la compañía.

Airbnb es un servicio de alojamiento que combina algunos conceptos básicos de otras formas de alojarse para crear un nicho de mercado nuevo. Partimos de que cuando el viajero llega a una ciudad, si no conoce a nadie en ella que le aloje, necesita un sitio para quedarse. El concepto es básico y esta necesidad se suele resolver con las tradicionales habitaciones de hotel, albergues o apartamentos. Sin embargo, hay particulares que disponen de espacio libre en sus casas que también podrían responder a esa necesidad. El concepto dio sus primeros pasos como iniciativa altruista y comunitaria, con la idea del Couchsurfing; pero, evidentemente, también ha habido gente que ha descubierto que puede hacer dinero con ello.

Y éste es, básicamente, el concepto de Airbnb: Particulares con espacio libre en su casa que alquilan a viajeros a cambio de una remuneración económica. Hay interés en que se promocione como una posibilidad de alojamiento que permite el máximo acercamiento a los locales (uno de los atractivos tradicionales de Couchsurfing), pero -no nos engañemos- al haber dinero de por medio no deja de tener una finalidad de negocio. Quienes ofrecen su casa reciben dinero y quienes contratan los servicios obtienen, por lo general, tarifas más reducidas que las de los hoteles.

Arrendamientos de toda la vida, en el fondo, pero por periodos muy cortos de tiempo y que se gestionan por Internet entre completos desconocidos. Y de ahí surgen algunas de las críticas.

Mi necesidad

En mi caso, la casualidad hizo que el primer día que acudiera a los servicios de Airbnb fuera, precisamente, el que presentó su oficina en España. Por la mañana, incluso, lo mencioné en un mensaje de Twitter del que posteriormente me arrepentí al ver el bombo que le dieron varios medios de comunicación punteros en España.

Pero el caso es que, en mi situación actual, Airbnb se ajusta mucho a la necesidad que tengo en este momento. Estoy en los días previos al comienzo de mi Working Holiday en Canadá y llego a Vancouver sin alojamiento y con total flexibilidad. Elegí un pequeño hotel modesto para mi primera noche en la ciudad, pero la tarifa semanal que me ofrecían era demasiado elevada para lo que estaba buscando. Al mismo tiempo, tampoco sé si Vancouver va a ser el destino final de mi estancia en Canadá, por lo que es inútil buscar alquileres para varios meses.

airbnb

Página de inicio de Airbnb en español

Necesito un lugar en el que poder estar por un tiempo limitado– pero más amplio que un par de noches-, a ser posible confortable y que me ayude a adaptarme lo antes posible a la forma de vida local (a lo que no ayuda mucho la frialdad de un hotel), con la tranquilidad suficiente para poder trabajar online y, si puede ser, con alguna persona de referencia cerca que me ayude en dudas puntuales, pero que no me agobie ni suponga necesariamente mantener una relación de amistad con ella.

Con estos requisitos, he de reconocer que lo que me ofrece -a priori- Airbnb se ajusta bastante a lo que estoy buscando. He podido contactar con una persona que ofrece varias habitaciones en la ciudad a un precio bastante razonable y con buenas referencias. El contacto por correo electrónico ha sido positivo y hemos cerrado el trato por un precio inferior a los 30 euros por noche para una estancia de dos semanas.

No obstante, el hecho de que nada más cerrar el trato se haya producido el cobro -y no al entrar o salir del establecimiento, como es habitual en hoteles o apartamentos- da la mala señal de que el servicio quiere tener tu dinero atado desde un primer momento… Con lo que ello supone en casos de cancelaciones o problemas.

Me queda comprobar el funcionamiento práctico. Hasta ahora, la cosa ha ido bien.

Mucha notoriedad para poca novedad

Pero, de repente, veo con cierta sorpresa como un concepto que no es nuevo -el de los alquileres de temporada– llega a portada de medios como elmundo.es como si fuera l revolución del sector con un artículo que titula Un «sobresueldo» de 10.000 euros al mes por alquilar a turistas y que, personalmente, me cuesta diferenciar de un publirreportaje, por más que en el Twitter de Airbnb España me dicen que no han pagado ni un duro por él.

El titular va más hacia posibles arrendadores que arrendatarios y más en una época de crisis como esta. Curiosamente, los arrendadores son tan importantes o más incluso que el cliente en este tipo de servicios. Airbnb y sus clónicos no invierten nada en inmuebles. Su riesgo inmobiliario en el mundo es 0 y reducen sus gastos a términos administrativos, de gestión y de marketing. Sin embargo, sin personas dispuestas a arrendar parte de su casa no podrían ganar un sólo euro. Por ello, además de la venta, la captación de pisos parece fundamental -más aun en un país desconfiado en meter a nadie en casa como es España-.

Pero las startups de moda llaman la atención y ésta no ha sido menos. Es el nuevo niño prodigio del sector turístico y hay que darle cancha. Al menos, en su inicio, porque ya llegarán los problemas… o se encargarán otros de que lleguen.

Llegan los palos

Porque al optimismo del lanzamiento de Airbnb en España le llegan rápidamente réplicas en forma de clientes descontentos y afectados por el descontrol de la expansión brutal de un sistema que no estaba convenientemente perfeccionado. Y, en algunos casos, la mala suerte ha querido que las malas experiencias llegaran incluso a blogueros con cierto nivel de influencia.

El día después de la presentación, se está moviendo por las redes sociales este artículo del periodista Manuel Ángel Méndez titulado Airbnb o la dudosa honestidad de una startup en el que destripa el optimismo generalizado de la prensa tras la presentación y muestra la parte oscura del negocio. Puede ser que la mala suerte haya hecho que su experiencia negativa con el servicio en Nueva York le haya hecho mella, pero seria muy necio negar que el negocio tiene riesgos claros y evidentes tanto para el viajero como para el propietario.

Los comentarios del artículo de elmundo.es mencionan buena parte de ellos, incidiendo en el riesgo que supone meter a un desconocido en casa y los destrozos y problemas que puede originar; pero el artículo de Manuel Ángel Méndez muestra que también el cliente está seriamente desprotegido en casos de cancelaciones de última hora -con el agravante de que ya ha pagado el coste por adelantado-.

Me preocupa, no obstante, mucho más la supuesta arrogancia de los dirigentes que deja entrever el periodista y que parece que reafirma una tendencia que estamos viendo en los últimos años: los clientes aceptan de buen grado la posibilidad de ser maltratados por las empresas y servicios de atención al cliente vergonzosos a cambio de precios reducidos.

Hay que aceptarlo: utilizar Airbnb o servicios similares supone riesgos evidentes tanto para el arrendador como para el arrendatario. Quien no quiera riesgos de ningún tipo, no debería acudir a él y buscar las alternativas tradicionales de los hoteles, albergues o los apartamentos vacacionales gestionados por profesionales. Quien asuma esos riesgos y quiera ganar o ahorrar dinero con sus viajes o los de otros, pudiera salir beneficiado por ellos.

No es Couchsurfing, aquí el dinero manda

Couchsurfing es la inspiración, pero nunca el modelo. Se basa en la gratuidad y en otros valores donde la parte económica no tiene importancia. Un couchsurfer es un miembro de una comunidad, no un cliente. No todas las personas querrán ni tendrán confianza para pertenecer a ella.

En Couchsurfing se han producido situaciones problemáticas, pero a diferencia de Airbnb, los propios miembros de la comunidad se encargan de difundir y alertar sobre ellas, principalmente para garantizar la supervivencia de la misma. En Couchsurfing, una advertencia de fraude es una muestra de la buena salud de la comunidad; en Airbnb y similares, es una amenaza a la imagen del producto. El perfil del couchsurfer, además, es bastante definido. Pide poco y ofrece poco. No suele ser una amenaza para los hoteles, aunque sí que eran clientes potenciales de algunos albergues.

Sin embargo, Airbnb y sus clones no se rigen por valores altruistas, sino por el dinero. Son un servicio. Y, además, uno que choca directamente con otros ya asentados.

Hay interesados en que esto no funcione

Un conocido de las redes sociales, que trabaja como responsable de afiliación de una empresa de alquiler de apartamentos, abría también otra caja de los truenos al recordarme que los hoteleros -sobre todo en algunos segmentos- pueden verse muy perjudicados si se consolida esta forma de alojamiento y me adelantaba que posiblemente presentarán algún tipo de batalla contra una tendencia que amenaza con llevarse parte de su negocio a pequeños emprendedores.

Porque esa es otra. Cada arrendador se convertirá en un pequeño emprendedor con su piso como medio de producción pero, en muchos casos, sin conocimientos, ganas o voluntad de organizarse como una empresa y -lo que parece peor- pagar impuestos por ello, como pagan el resto de establecimientos hosteleros.

A día de hoy, la factura de mi primera reserva me la ha enviado la propia Airbnb, con una dirección de la ciudad estadounidense de San Francisco. Supongo que, posteriormente, la empresa enviará convenientemente documentada otra factura al arrendador por la cantidad que se le abone. ¿Cómo controlar estas transacciones entre tres partes que pueden proceder de cualquier lugar del mundo?

Y, por otra parte, ¿Puede estar Airbnb obligada a entregar a la Hacienda Pública las identidades de las personas que alquilen pisos en un determinado país? ¿Qué legitimidad tendrá la Hacienda española para reclamar algo a una empresa con sede en los Estados Unidos?

La implantación de Airbnb en España va a ser un fenómeno interesante de analizar. En otros países, con excepciones desagradables y muy llamativas, ha triunfado. Pero la psicología de la propiedad -propia y ajena- y el carácter español harán que el riesgo esté muy presente en su implantación en nuestro mercado.

Por mi parte, muy pronto podré contaros mi experiencia canadiense con el servicio.

One Response to “Airbnb: Innovación vs riesgo”

  1. Como usuario que ha puesto su casa en Airbnb no me extrañar que no funcione bien esta web. Mi experiencia con ellos ha sido francamente negativa. Solo se encargan de cobran por buscar viajeros pero después se despreocupan de todo. Y cuando se trata de dar la cara escurren el bulto de lo lindo. Todo son problemas con ellos. Mi experiencia me dice que si quiere un viaje bien organizado nunca alquiles con Airbnb. Y claro, mucho menos publiques tu casa en su web.