Dado que para visitar el mercado de Tsukiji teníamos que madrugar muchísimo y el transporte público nocturno en Tokio brilla por su ausencia, tuvimos que buscar un sitio para pasar unas horas por la noche que no fuera muy caro -para dormir dos o tres horas no queríamos pagar un hotel- y que estuviera cerca de Tsukiji. Al final, nos decidimos por un manga-kissa (o manga cafe) del barrio de Shinbashi.
La idea hay que agradecérsela a Flapy, del blog Un español en Japón, que nos inspiró con su artículo Dormir en un manga kissa. Puede que no sea lo más cómodo del mundo, pero en nuestro caso cumplió perfectamente su papel para resolver una necesidad tan concreta como teníamos.
Los manga-kissa- que podríamos traducir al español como manga cafe- son como los cibercafés europeos, pero a lo bestia. En primer lugar, porque abren las 24 horas del día, con lo que vayas de día o de noche, van a tener sitio para ti. Por otra parte, a diferencia de los cibercafés europeos –donde tienes un ordenador y poco más- los manga cafe ofrecen, aparte del ordenador, estanterías con miles de ejemplares de manga (de ahí les viene el nombre) y opciones como conexión WiFi, televisión y hasta consolas de videojuegos (dependiendo de cada uno).
En lugar de estar en una sala compartida, en el manga cafe dispones de un cubículo propio donde puedes hacer lo que quieras sin que nadie te moleste, ya sea en una silla, en un sofá o en una colchoneta. Evidentemente, el manga cafe es una opción fantástica para dormir un par de horas a la espera del primer tren o metro o para toda la noche si eres un turista poco escrupuloso. Los precios dependen del lugar y la cantidad de horas, pero lo habitual es poder pasar toda la noche por menos de 20 euros. En nuestro caso, lo tomamos como si fuera un albergue para una noche.
Sin embargo, no fue fácil dar con este manga cafe. No nos esperábamos que Shinbashi fuera una zona con movimiento crápula y, lo que nos encontramos al llegar, fue que en la zona había decenas de establecimientos que ofrecían lo mismo que el manga café que habíamos elegido, pero con una variante: lo que ofrecían eran básicamente cubículos para ver DVDs con sofás reclinables y unos precios bastante más elevados que los de un manga-kissa tradicional. Aunque finalmente no elegimos uno de éstos para pasar la noche, mucho me temo por los carteles que mostraban que la colección de DVDs que ofrecían estos establecimientos tenía como gran atractivo algo más que obras maestras del séptimo arte (¿podríamos llamarlos porno cafe?).
Al final, casi de casualidad, conseguimos encontrar el logotipo del manga cafe entre los muchos que había en los edificios del barrio. Resulta frustrante y te sientes casi analfabeto cuando tienes que buscar un lugar basándote en el dibujo de un logotipo, pero es lo que toca cuando no se sabe el alfabeto local.
Cómo es un manga cafe
En el manga cafe nos hicieron la ficha, nos asignaron un cubículo a cada uno de los dos viajeros y nos dieron unas pantuflas para movernos por el local. A partir de ahí, vía libre para hacer lo que quisiéramos en él.
Teníamos una recepción junto a la que había revistas de todo tipo, una máquina expendedora de bebidas y unas jarras con zumos de las que podíamos servirnos gratis tanto tiempo como quisiéramos y unas paredes forradas con estanterías en las que había miles de ejemplares de comic manga que no entendíamos, pero de los que podíamos servirnos libremente. Entre todo ello, dos diminutos pasillos que daban acceso a los cubículos del manga cafe.
El mío era tan cómodo como agobiante. Estaba ocupado totalmente por una colchoneta de plástico imitación piel elevada unos treinta centímetros del suelo, que servía a la vez de suelo, asiento y cama. Al final del cubículo, la colchoneta se metía bajo una mesa sobre la que había un ordenador, una televisión y una consola de videojuegos a mi disposición. Un rato para leer el correo y trastear un poco por Internet, un par de salidas a la máquina de bebidas para recargar el vaso de Fanta de manzana verde y, a dormir lo que pudiéramos, que era nuestra principal intención al elegir aquel manga cafe.
Lo conseguimos a medias. Es verdad que el cubículo estaba oscuro y que la colchoneta era sorprendentemente cómoda, pero aquello estaba lejos de ser una cama. El antifaz que nos habían dado en el avión acabo con la escasa luz que entraba por la parte superior del cubículo, pero el sueño se hizo difícil por los ruidos de la ventilación del local y alguna risita ocasional del ocupante- o los ocupantes, nunca lo supe- del cubículo vecino del manga cafe.
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