En el artículo anterior hablábamos de algunas precauciones de seguridad que podíamos tomar cuando viajáramos en solitario para proteger nuestras pertenencias, pero dejábamos para hoy otras para situaciones más difíciles: aquellas en las que podemos sufrir daños en nuestra integridad física o psicológica.
Porque hay que reconocer que, por lo general, los pequeños hurtos de los que hablábamos en el articulo anterior no suelen tener graves consecuencias. Son perjuicios más o menos graves, pero que pueden y suelen resolverse de modo sencillo. Sin embargo, las amenazas a nuestra integridad física y psicológica conllevan consecuencias bastante más desagradables y difíciles de resolver, pudiendo ser incluso irreversibles.
La mayor parte de estos riesgos no vendrán dados por la acción de otras personas, aunque desgraciadamente tampoco es extraño que esto sea así, sino más bien por accidentes o enfermedades. Estas circunstancias son bastante más fáciles de resolver cuando se viaja en grupo, pero se agravan notablemente cuando se viaja en solitario, al no poder contar con un apoyo próximo y conocido.
No obstante, las dos reglas que dábamos en el artículo anterior para evitar los riesgos para nuestras pertenencias, son aun más validos para este tipo de situaciones: utilizar el sentido común y minimizar los riesgos todo lo que se pueda.
Prevenir es fundamental
A esto se le añade, también, la prevención. Aunque viajemos solos, no por ello tenemos que prescindir de un “equipo de apoyo” a kilómetros de distancia.
El seguro de viaje es muy recomendable en viajes a determinados destinos lejanos, pero se convierte en imprescindible en los viajes en solitario. Con el nos garantizaremos atención especializada directa de la central de la aseguradora en casos graves o facilitaremos la atención a quien se haga cargo de nosotros.
Por otra parte, resulta también imprescindible en estos casos mantener una comunicación habitual con personas de confianza que sepan los pormenores de nuestra ruta. Es muy recomendable dejar un itinerario previsto a amigos o familiares antes de nuestra partida, pero como sabemos que los viajes son imprevisibles, mejor ir enviando correos electrónicos o mensajes a conocidos o familiares para que nos tengan ubicados. Si nos sentimos demasiado pesados, otra opción es mandárnoslos a nuestra propia dirección de correo electrónico, habiéndonos asegurado antes de que alguien de confianza puede acceder a él o dejando una contraseña de emergencia a personas de confianza. Con esto nos aseguramos de que, en el caso de una desaparición, podamos acotar lugares o zonas donde buscar.
Protegiendo nuestra integridad física
Evidentemente, el sentido común y la información son parte de la prevención. Infórmate antes del viaje de los peligros del lugar que visitas y evítalos. Pregunta al llegar a la ciudad qué zonas son peligrosas o qué riesgos puedes encontrarte en la ciudad. Intenta que tu ropa y tus objetos visibles sean lo más discretos posibles y evita la ostentación o mostrar objetos valiosos más de la cuenta: cámaras, ordenadores o teléfonos móviles. Extrema las precauciones de noche y evita al máximo los lugares solitarios o las grandes aglomeraciones. Y, recuerda que, yendo solo, no tienes a nadie de quien preocuparte para que te siga, por lo que puedes salir corriendo en cualquier momento. Correr es de cobardes, pero el exceso de valentía se puede convertir en temeridad en muchas ocasiones.
Igualmente, hay que tener en cuenta que no en todos los sitios vamos a ser recibidos de una misma forma. Evita visitar lugares con inestabilidad política o social o aquellos que tienen conflictos graves abiertos con tu país de origen. Piensa antes de viajar si vas a ser bien recibido en el lugar de destino y, si no lo eres y temes por las consecuencias que pueda tener tu viaje, espera a mejores circunstancias.
Ten también en cuenta que viajar solo multiplica tu vulnerabilidad. Si alguien te ataca, no vas a poder contar con ayuda para defenderte. No es buena idea resistirse a los robos con violencia. Mejor quedarse sin dinero que herido. Haz caso a tu intuición y, si alguien no te da buena espina, evítalo. Son situaciones en las que resulta mejor pecar de desconfiado y parecer descortés que sufrir problemas posteriores.
Y, por supuesto, respeta las leyes del país al que vayas y ten en cuenta la sensibilidad local. Evita a toda costa incurrir en actividades delictivas, olvídate del consumo o el transporte de droga durante tu viaje, evita el exceso de alcohol y no te involucres en actividades políticas o sociales locales salvo que tengas un buen conocimiento de la situación y estés dispuesto a asumir sus consecuencias.
Las enfermedades del viajero
Con respecto a la enfermedad, la prevención también suele ser clave. Hay que salir de España con todas las vacunas necesarias para el país que visitemos y con una lista de recomendaciones de salud, además de con un botiquín mínimo que nos ayude en enfermedades leves: analgésicos, antigripales o antidiarreicos, son algunos de los más habituales. En destinos tropicales, los repelentes de insectos y mosquiteras conviene llevarlos desde el origen del viaje.
Los mayores problemas de salud a los que se enfrenta el viajero son pequeñas intoxicaciones alimentarias y problemas gástricos leves. Para evitarlos conviene extremar las precauciones con la comida y el agua en algunos países: evitar comer alimentos crudos o que no nos den confianza, pelar la fruta antes de comerla, no beber agua del grifo ni de botellas que no estén cerradas completamente y evitar las bebidas con hielo. Si ya en las ciudades es conveniente extremar las precauciones, en las zonas rurales aun más, dada la posible escasez de farmacias u hospitales.
En caso de enfermedad, la mayor parte de ellas serán leves: problemas gástricos, resfriados, molestias musculares, golpes o torceduras y tendrán una solución fácil si has sido previsor. En algunos casos, el botiquín nos ayudara y en otros, una llamada al seguro nos pondrá en contacto con un especialista o, incluso, nos facilitara la evacuación. Pero puede ser que la situación sea algo mas grave y nos impida resolver estos problemas por nosotros mismos. En ese caso, debemos levar en un sitio seguro siempre con nosotros y bien resguardado, una identificación, nuestros datos de contacto, los de una persona de confianza a contactar en caso de emergencia y las indicaciones medicas especiales, si las hubiera. A ser posible en un idioma comprensible en el país de destino o, en su defecto, en ingles.
Los riesgos psicológicos de viajar solo
No se suele hablar de ellos, pero también existen y pueden convertir un viaje de placer en una tortura. Viajar solo es siempre difícil psicológicamente hablando. Si el viaje se completa con éxito, el resultado es personalmente enriquecedor, pero si surgen dificultades en el camino, puede ser emocionalmente muy duro.
Lo primero que hay que tener en cuenta en un viaje que se realice en solitario es tener preparado un plan B en el caso de que las cosas salgan mal. No hay nada más frustrante que querer irse de un lugar y no poder hacerlo, más aun cuando no tienes a nadie para acompañarte. Piensa antes de partir que podrías hacer si las cosas te van mal y como podrías organizar tu regreso a casa. Si no tienes dinero o alternativa para un plan B, te estas poniendo una trampa enorme en el camino, así que piénsate el viaje.
No tengas miedo a abortar tu viaje si no te sientes en forma o preparado para afrontarlo. Para viajar y disfrutar de ello hay que estar mentalizado y preparado al 100% y, si no, no merece la pena. Olvídate del que dirán o del dinero que puedes perder. Es mejor hacerlo así que tirar el tiempo del viaje amargándose. También durante el viaje, si ha sucedido una circunstancia que realmente te ha desanimado, desmotivado o ha supuesto un problema serio, no te empeñes en seguir adelante si no te encuentras preparado para ello.
El viaje supone, en muchas ocasiones, una sobreexcitación y una buena dosis de atrevimiento y desafíos. Más aun si viajas en solitario. Pero hay que intentar mantener la cabeza lo mas fría posible. No eres Superman. Sé consciente siempre de tus limitaciones. No te dejes llevar por el entusiasmo animándote a afrontar desafíos que no te sientes capacitado para afrontar en tu lugar de origen, porque es más que posible que realmente no estés preparado para ello. No te sientas invencible, porque cuando vas solo eres más vulnerable que antes.
La comunicación es importante. Viajamos solos, pero no aislados. Si podemos comunicarnos con los locales o con otros viajeros, no dudemos en hacerlo de vez en cuando. Además de aprender más de la gente, resolverás una necesidad de comunicarte con otras personas. Si necesitas escuchar idiomas que conozcas o encontrar gente en el camino, no dudes en utilizar las alternativas de ir donde van otros viajeros o expatriados: bares, albergues o, incluso, el couchsurfing te permitirán conocer a gente con voluntad y capacidad de entenderse contigo.
Y, por supuesto, contacta con familiares y amigos siempre que puedas. Hablaras con ellos, evitaras la soledad, te harán sentirte como en casa por un momento, te permitirán recopilar mentalmente lo que has hecho y visto mientras lo cuentas, te subirán la moral si estas decaído y te pondrán en tu sitio si estas crecido y tendrán también una información valiosa sobre donde estas, por si surgieran otros problemas.
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