Desde Gaien Higashi Dori, una de las calles principales de Roppongi, hay un corto paseo hasta los pies de la Tokio Tower. No es difícil encontrársela. Su altura y su silueta inconfundible, imitando parte de la Torre Eiffel parisina con un color naranja chillón hacen que se la pueda ver fácilmente desde bastantes puntos de Tokio.
No soy partidario de imitaciones demasiado descaradas, por lo que cuando me encontré de frente con la Tokyo Tower y me encontré una parte inferior prácticamente clavada a la de la Torre Eiffel me imaginé que iba a encontrarme con algo poco llamativo. Sin embargo, la realidad es que, lejos de ser un pastiche de la famosa torre parisina, el observatorio me ha deparado las vistas más bonitas de todo lo que llevamos de viaje.
La Tokio Tower ofrece dos observatorios diferentes a los visitantes. El primero, situado a 150 metros de altura y el segundo a 250 metros. Al primero se puede acceder por unos 800 yenes, mientras que la entrada para los dos cuesta 1.400.
En nuestro caso, nos quedamos en el primer observatorio, desde donde se ve toda la ciudad desde una posición elevada. Nos resultó más que suficiente, pero el que quiera subir a la segunda planta también tendrá su imagen de Tokio a vista de un pájaro más alto.
Si alguien tiene dudas de qué billete sacar, lo mejor es quedarse con el bilete de la primera planta. Si desde allí aún tiene ganas de más, hay una taquilla en la que puede comprar el billete de la subida por la misma diferencia que en la taquilla principal.
La vista de la ciudad desde las alturas es fantástica. Desde abajo, uno no tiene la impresión de estar en una ciudad con un skyline muy tupido; sí que es verdad que los rascacielos son habituales en algunos barrios de la ciudad, pero no es la impresión de agobio de Hong Kong. Sin embargo, desde las alturas, el paisaje conjunto de los edificios altos de la ciudad resulta excepcionalmente bello.
Desde el observatorio acristalado de la Tokyo Tower y desde el mirador del edificio Roppongi Hills tenemos la mejor vista del skyline de toda la ciudad, que se completa con la de kilómetros y kilómetros de edificios menores, costa, puentes y parques.
Visitar la Tokyo Tower es especialmente recomendable en los días soleados y, si nos fijamos bien, podremos encontrar constrastes llamativos en la estructura de la ciudad, como la imagen de pequeños cementerios alternándose con rascacielos enormes en la vista desde las alturas o la vista del templo de Zojoji a los pies de la torre para entrar, sin solución de continuidad, en el barrio de edificios de oficinas.
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