La semana pasada- invitados por la Oficina de Turismo de Francia- tuvimos la ocasión de visitar varias localidades de la región de Midi-Pyrenées. Hoy comenzamos una serie de artículos dedicada a contaros lo que vimos durante nuestro viaje a la zona con un paseo por Toulouse, la capital de la región, una ciudad estudiantil y viva, a la vez que rica en historia- a la que se conoce como «la ciudad rosa».
Toulouse es la ciudad más importante de la región de Midi-Pyrenées, que se extiende hacia el norte desde la parte francesa de los Pirineos. La ciudad cuenta con casi medio millón de habitantes en su casco urbano, cifra que se amplía ligeramente por encima si tenemos en cuenta toda su área metropolitana. La ciudad es mundialmente conocida por su industria de la aviación y aeroespacial -en ella se encuentra la fábrica de Airbus– y también cuenta con la segunda universidad más antigua de Francia, que acoge a día de hoy a algo más de 100.000 alumnos. Ello la convierte en una ciudad llena de vida.
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El calificativo de «ciudad rosa» le viene a Toulouse del color del ladrillo con el que están construidos gran parte de los edificios de su centro histórico. Ese color rosa llega a los edificios sólo en determinados momentos del día, dependiendo de la luz del sol, pero da más encanto que el color rojizo real que se aprecia durante la mayor parte del día -y que hace juego con los colores rojo y negro del equipo de rugby de la ciudad que engalanan calles, tiendas y restaurantes los días de partido importante-.
El ladrillo define la arquitectura de Toulouse desde hace siglos. Dado que no existía una gran producción de piedra en la región y salía muy cara traerla de otros lugares, prácticamente todo el centro histórico de la ciudad se construyó con este material. Antiguamente- y en algunos edificios del centro aún se pueden ver restos de esta práctica-, se intentaba disimular con capas de cal sobre el ladrillo que simulaban la textura y el color de la piedra, pero con el paso del tiempo se ha ido imponiendo el color rojo que, en mi opinión, le da una tremenda personalidad.
Ese color rojo es el del centro de la ciudad, con muchas calles estrechas y retorcidas -aunque varias de ellas, también con gran importancia comercial- y puertas de edificios particulares que dan paso a patios tranquilos, empedrados con gijarros del río Garona, donde parece que la animación de la ciudad se detiene. Entre ellas se abre la explanada de la Plaza del Capitolio, que alberga el Ayuntamiento y es el centro de la vida social de la ciudad.
El pastel en Toulouse: el tinte del Renacimiento
La historia de Toulouse tiene una etapa dorada en el Renacimiento con el comercio del pastel y eso se nota en la arquitectura de su centro histórico, donde sobreviven algunos palacios de aquella época. El pastel -cuyo nombre podría traducirse en español como «glasco» o «guasco»- es una planta cuyas hojas se utilizaban como tinte para la ropa, dejando un color azul celeste muy característico. Esta planta se producía cerca de Toulouse y la ciudad se convirtió en centro de su comercio durante los siglos XV y XVI.
Era un producto demandado y caro, lo que permitió que los comerciantes que se dedicaron a él -algunos de los cuales llegaban atraídos desde otros puntos de Europa- se hicieran con una importante riqueza y la invirtieran en la construcción de palacios de ladrillo en el centro de la ciudad. Lo más característicos de estos palacios son las torres capitulares– torres circulares que se alzan en un extremo del edificio y que indicaban que el dueño del palacio estaba en trámites de recibir un título nobiliario.
Se han perdido algunos de los palacios de esa época, pero otros siguen presentes en el centro de Toulouse, convertidos en museos o residencias particulares. El problema con éstas últimas es que no siempre permiten acceder a los visitantes a los patios interiores de ladrillo desde los que se aprecian las torres y las galerías superiores características de la arquitectura de estos palacios, pero siempre queda la posibilidad de acudir a algunas donde el acceso sí es libre o hacerlo con la visita de la Oficina de Turismo, que permite acceder a varios de estos palacios.
Si el visitante quiere ver alguno de estos palacios, quizá lo más fácil sea acudir al de Assezat -de acceso público y reformado, que hoy alberga la Fundación Bemberg– y tiene acceso libre al patio interior. El Museo del Vieux Toulouse -abierto sólo seis meses al año- también cuenta con un patio renacentista en la entrada. No son los únicos edificios con restos de los palacios renacentistas a los que se puede acceder libremente, pero desde luego sí que son los más fáciles de localizar y visitar. Otros, convertidos hoy en casas particulares, están más ocultos para el visitante ocasional.
El pastel, como todo, tuvo su momento de gloria y sucumbió a mediados del siglo XVI cuando el índigo llegó de América para cumplir la misma función de forma más barata. Pero dejó huella en Toulouse.
Noventa iglesias, una basílica y una catedral
Toulouse es una ciudad rica en iglesias. Alberga noventa de ellas de diferentes épocas y estilos y algunas de ellas son una visita imprescindible para quien quiere conocer Toulouse a fondo. En muchas de ellas se aprecia, también, la influencia del Camino de Santiago y tampoco es extraño encontrarnos aún hoy con peregrinos que las visitan durante su trayecto hasta la catedral de Compostela.
La Basílica de Saint Sernin de Toulouse es quizá la más representativa de ellas. Saint Sernin (o San Saturnino) está muy vinculado a la historia de Toulouse, ya que vivó y murió martirizado en la ciudad en el siglo III arrastrado por un toro por las calles de la ciudad. Frente al lugar donde murió se levanta hoy la iglesia de Notre Dame du Taur, pero la que lleva el nombre del santo es la Basílica de Saint Sernin, una iglesia románica del siglo XI, que fue y sigue siendo el punto de referencia de los peregrinos del Camino de Santiago que pasan por Toulouse.
La Basílica de Saint Sernin llama la atención en el perfil de Toulouse por su torre casi circular con ventanas y por su tamaño bastante mayor del habitual en las iglesias románicas. Por dentro es sencilla y no está muy decorada. Podemos entrar en ella sin pagar, aunque sí necesitaremos una entrada especial para recorrer la girola y pasar a la cripta donde reposan las reliquias de San Saturnino.
Aparte de Saint Sernin, la antigua iglesia de los Jacobinos -hoy convertida en monumento nacional y que guarda los restos de Santo Tomás de Aquino- destaca por su estilo gótico meridional y la gran altura de su nave. También merecen una visita la Basílica de la Daurada, con su virgen negra a la que se atribuyen propiedades milagrosas, y la Catedral de Saint Ettiene, que combina estilos románico y gótico.
La tradición occitana de Toulouse
A su patrimonio histórico y cultural, a Toulouse hay que sumarle también la riqueza que le aporta la lengua y cultura occitana. El occitano es un idioma derivado del latín, que pervive en la zona sur de Francia y algunas regiones puntuales de otros países vecinos -como, por ejemplo, el Valle de Arán-. Los que no somos expertos lingüistas, reconocemos en él palabras y expresiones similares al catalán y al italiano.
Aunque no es un idioma que tenga presencia en la vida cotidiana de la ciudad -no se escucha hablar por la calle-, se están haciendo esfuerzos por conservarlo y promocionarlo. Por ejemplo, la mayor parte de las calles del centro urbano están rotuladas en francés y occitano y las locuciones del metro también se hacen en ambos idiomas.
Quien quiera profundizar en esta faceta de la cultura local, puede pasarse por la Casa de Occitania, en el centro de la ciudad, donde se celebran eventos y actos relacionados con este tema.
Es una primera impresión de la ciudad de Toulouse. Si queréis saber más sobre ella, os recomiendo que leais también el segundo artículo de nuestra serie: La Toulouse de los placeres: vida, arte y gastronomía
¡Genial entrada! Se nota esos apuntes que tomabas… ¡no te has dejado ni un detalle!
Un saludo 😉